La Peste, de Albert Camus.


Releyendo ''La Peste'' en tiempos de COVID.  Un brote de peste bubónica azota una ciudad de Argelia, que podría ser una ciudad cualquiera.
Esta impresionante, descomunal novela de Camus debería servir como manera de ''catarsis'' en el sentido más aristotélico del término, cuando se refería a los espectadores de una tragedia, es decir, el arte dando la posibilidad de experimentar la tragedia sin presenciarla realmente, permitiendo a quien la ve tomar algo de eso para no caer en esos errores, ver los vericuetos y laberintos y equívocos de los héroes, para no repetirlos.
Hoy, curiosamente, llegamos algo tarde a ese efecto, no estamos en los asientos del público sino un poco más en el escenario.
En este sentido, volver a leerla tuvo un efecto como de ''lo siniestro'', en el sentido de algo cercano, en este caso nuestro vivir diario, que se torna, de pronto, amenazante.
La peste tiene lugar en una ciudad común, distraída en sus propios engranajes, que vive como vivimos todos, es decir, como si no hubiese fin.
La novela describe bajo la mirada de un médico las sucesivas etapas de la peste, comenzando por la ignorancia, el descreimiento, la perplejidad, el aislamiento, etc.
Así como hoy nos vemos obligados a continuar nuestras amistades y afectos a distancia, Camus decía '' Los telegramas llegaron a ser nuestro único recurso. Seres ligados por la inteligencia, por el corazón o por la carne fueron reducidos a buscar los signos de esta antigua comunión en las mayúsculas de un despacho de diez palabras''.
El protagonista, por suerte, se abstiene de dar lecciones de moral, como suele suceder con los protagonistas de Camus, pero no es asi sin embargo con otro personaje, que dice algo a los habitantes de la ciudad : '' Hay que avanzar en las tinieblas, un poco a ciegas, y procurar hacer el bien''.
Dudé de si leerla en estos tiempos, no se.


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